He rescatado este antiguo post con el objetivo de que mis seguidores actuales y los nuevos visitantes, puedan conocerlo ahora sin necesidad de acudir al archivo. En aquel momento el blog hacía muy poco tiempo que acababa de nacer. En esta ocasión he omitido su primera parte que relaciona el contexto de la crisis con la temática zombi y hace un original paralelismo: con fina ironía, comparo a estos seres mostruosos con la manera que tienen los políticos y la oligarquía financiera de gestionar los intereses fundamentales de la mayoría de los ciudadanos, si bien, prefiero que leáis una entrada más corta y que sea estríctamente el relato.
También he de deciros que aunque me atrae mucho este tipo de literatura, pasé miedo escribiendo por las noches. Fueron dos días de alteración de los hábitos del sueño, jajaja. Terrorífica experiencia la de la imaginación, ya sabéis, a veces juega malas pasadas...
Si lo deseáis, podéis leer la historia original completa clicando aquí
Por lo demás, avanzaros que existe un manual de supervivencia para detener una invasión de zombies diseñado por el Pentágono, el CONOP 8888 (¡verídico, no es ninguna broma!).
Os dejo con el relato:
UNA DE ZOMBIS
1.- CAMINANTES
Nos situamos en el año 2030 y una parte del mundo se ha transformado en una
marea de caminantes erráticos. Multitudes gigantescas de mutantes
infectados vagan por las ciudades y por los campos. La miseria y la desolación
adornan un panorama dantesco: marchan lentamente, con la mirada perdida hacia
un horizonte agorafóbico, siendo su práctica habitual alimentarse de cadáveres
y de seres humanos vivos no contagiados, si bien de éstos ya no deben de quedar
muchos. Si esto es el apocalípsis o no
lo es, todavía está por ver. Pero recapitulemos…
2.- BUNKERS PARA EL STABLISHMENT,
CHIPS PARA TODOS, LA CUENTA MISTERIOSA Y LA PROPAGACIÓN.
Mientras la mitad del globo continua sumergida en una crisis interminable, los
hackers consiguen filtrar varios documentos de la CIA cuyo contenido revela, en primer lugar, que muchos dirigentes,
miembros de la oligarquía financiera y altos cargos institucionales, se están
construyendo grandes fortificaciones subterráneas. Lo que se sustrae ,en
segundo lugar, refleja que todos ellos se han marcado un objetivo prioritario, fabricar
una potente arma secreta. Pero con lo que respecta a las elucubraciones más
importantes y específicas de la trama y a su planificación, hay un absoluto
ocultismo. Oficialmente tienen acceso a ese conocimiento, solamente los miembros
del stablishment y los altos mandos militares. El objetivo cualitativo es, en
esencia, llegar a controlar la voluntad humana. Se tenía pensado iniciar la
segunda fase, en breve. Las ondas cerebrales de los seres humanos iban a ser
expuestas y captadas por lo sensores de unos chips diminutos que transmitirían
una serie de ondas positrónicas, y que serían colocados discretamente en
multitud de lugares públicos.
Mientras se reorganiza todo esto, se produce un hecho destacable del que se
hacen eco muchos medios y que parece ser que no responde a ninguna causa
aparente. El hecho en sí es que muchísimas personas, de diferente condición
social, lo han perdido absolutamente todo y se encuentran viviendo en la calle.
Está sucediendo desde hace un año.
Paralelamente, circulan rumores que
hacen entrever la existencia de un número de cuenta anónimo al que están siendo
transferidos los activos y depósitos de bancos y entidades oficiales ubicados
en muchos lugares del mundo. Se habla de ello, incluso bromeando, porque se ha
convertido en una popular leyenda urbana, aunque nadie se lo cree. Es impensable
que pueda haber relación directa entre el aumento del número de los sin hogar y
la creencia de que se les hayan usurpado sus bienes. Fundamentalmente porque
nadie se atreve a cuestionar a los Estados. Al fin y al cabo, la mayoría de
países son democráticos, entre comillas.
A principios de esta última semana han empezado a aparecer las primeras señales de alarma. Queda
constancia de que existen lugares en el mundo que permanecen incomunicados y
con visos de estar sufriendo una catástrofe masiva. Parece ser que el problema ya
es oficial y aunque previamente se hayan publicado en medios de comunicación
casos puntuales de personas que habían desaparecido sin dejar rastro y otras
que habían sido encontradas descuartizadas o devoradas, en esta etapa las
evidencias no dejan lugar a dudas.
Es en este preciso momento cuando la
televisión deja de emitir pero las fotografías y las grabaciones de cámaras y móviles
visualizan que se ha desatado algo muy grave, mucho más serio de lo que parecía
en un primer momento. Definitívamente se confirma que es una especie de
epidemia donde los indivíduos que mueren siendo portadores del virus vuelven a
revivir convertidos en seres monstruosos. No hay cura. Los hospitales han
dejado de prestar atención sanitaria, porque también son un foco de infección.
Ya no se puede estar seguro en ningún sitio más que en la propia casa de uno,
eso si tienes la suerte de que no se te meta dentro ninguno de esos engendros.
La situación alcanza tan alto grado de
virulencia y de caos que es necesario decretar un Código Rojo Internacional.
Pero a pesar de la intervención del ejército se ha hecho materialmente
imposible poder restablecer el control y el orden.
3.- SUPERVIVIENTE
Hacía dos días que la radio también había dejado de emitir. No podía llamar por el teléfono
fijo ni tenía cobertura en el móvil. Apenas sabía nada de sus familiares, amigos
o conocidos y si alguno pudiera estar vivo. Recordaba con angustia cómo había
sido la última retransmisión televisiva. Bastante desalentadora. Mientras iba
retransmitiendo la noticia, la cara del periodista se transformaba por segundos
en un rictus de horror. De pronto, alguien
cercano lanzaba un desgarrador alarido. Suponía que debía tratarse del
cámara que le acompañaba, quien ipso facto dejaba de grabar cortándose de
manera fulminante la conexión. De modo que fue imposible descubrir qué es lo
que aparentemente se había colocado por detrás de él, atacándole. Aunque
sospechaba lo que podía ser no pudo ver su aspecto. Tenía un conocimiento
básico de lo que estaba ocurriendo, en su momento la radio había estado
ofreciendo detalles más o menos minuciosos, que no dejaban de ser espantosos,
pero no había visto aun ninguna imagen.
Vivía solo, en un piso interior. Le quedaba muy poca comida y agua y la del grifo
no parecía potable. Se había quedado aterrorizado por los ruidos y los gritos
que había escuchado en determinados momentos, pero no se había atrevido nunca a
asomarse al rellano. -Ojalá tuviese un arma de fuego- pensó. La curiosidad
unida inseparablemente a la necesidad le hacía mirar de vez en cuando por la
mirilla. Aparentemente no se veía nada fuera de lo normal, todo parecía
tranquilo.
Volvió al sofá del comedor. Pulsó el botón del mando, pero por la pantalla
de la tele solo se veía un fundido en negro. De repente, se oyó un estruendo
que provenía del piso de los vecinos de al lado. Era la puerta. Alguien la
había echado abajo. Tras el primer sobresalto, avanzó con cautela y volvió a
observar a través de la mirilla pero seguía sin ver nada. A los diez minutos y
con firme determinación, aunque temblando, salió de su casa y fue pasito a
pasito, lentamente, hasta la morada de la familia Pérez.
Efectivamente, la puerta había sido derribada. Entró. El pasillo estaba
oscuro. El suministro eléctrico ya no funcionaba, pero como era media tarde,
todavía quedaba algo de luz ambiental. La claridad era mayor a medida que iba
penetrando hacia el fondo del pasillo y llegaba hasta el salón, donde estaba el
balcón. Aun así no había demasiada visibilidad.
-Vaya, podía haber cogido una vela de
casa- se dijo para sí mismo, asustado. –Si era verdad que había una gran
epidemia y ésta se había propagado a otros lugares, el ejército y las fuerzas y
cuerpos de seguridad estarían sobre aviso, seguramente rescatando a gente que
aun no estaba infectada. Pero, ¿por qué no habían subido al edificio, ni se
había oído en ningún momento el sonido de sirenas de la policía, de
helicópteros o de ambulancias? –se cuestionó con enorme preocupación, al tiempo
que notaba que el suelo estaba lleno de cristales y objetos caídos y…¡horror!…
también había un reguero de sangre que conducía hasta uno de los
dormitorios. ¡Cras!, una lamparilla cayó al suelo y el ruido del impacto
le hizo quedarse petrificado. -¡Maldita curiosidad la mía! ¡A qué mala hora
habré salido de mi escondite!¡Vaya susto de muerte!- pensó.
4.- UN INFECTADO ANDA SUELTO
Pero el horror no acababa ahí. Al mirar a su alrededor observó con pavor que
el salón estaba lleno de trozos de carne descuartizada y las paredes salpicadas
de sangre y de fluídos corporales. Una pierna arrancada de su ingle permanecía
en una esquina, la otra pierna estaba en el lado contrario, de aquello que
parecía ser el cuerpo de un niño. La mitad de la cabeza había quedado
destrozada y separada del tronco, se le veía parte del cerebro. Tenía la cara
desfigurada, como si se la hubiesen mordido.
Muy cerca se escuchaba una respiración entrecortada que se intensificaba a
medida que se iba aproximando al dormitorio. También oía masticar y deglutir
fuertemente. Alguien estaba comiendo y por los extraños sonidos parecía una de
esas cosas que decía la radio que atacaban por sorpresa, porque rugía y gruñía
y por lo visto de placer. Debía estar dándose un festín caníbal por todo lo
alto. Se detuvo, paralizado por el miedo. Su corazón latía con agudas
palpitaciones. El pulso lo tenía tan acelerado que parecía que retumbara
en sus oídos. Múltiples escalofríos recorrían su cuerpo helándole la sangre que
circulaba a trompicones. Notaba el frío fluir de los vasos sanguíneos y el
castañeteo de los dientes provocado por una angustia infinita, que más bien era
espanto. Un sudor frío le chorreaba por la frente. El pánico había
llegado a un nivel tan extremo que sin poder evitarlo se orinó encima.
Reaccionando por fin, sacó fuerzas de flaqueza de donde no las tenía y
empezó a moverse con sigilo a través de los trozos de carne sanguinolienta que
iba apartando suavemente con los pies, hasta que llegó definitivamente a la
puerta del dormitorio. Estaba entreabierta y sin pensárselo la empujó todavía
más para poder ver lo que había en el interior. Sin duda, constituía el
espectáculo más macabro y agónico que jamás había visto: el infectado estaba
agachado a un lado de la cama, en cuclillas, comiéndose a bocados el vientre de
una mujer de mediana edad. No parecía haber sido su víctima ya que el cadáver
estaba en proceso de descomposición. Dentro de la vivienda olía de una manera
nauseabunda, pero esa habitación despedía un hedor todavía más insoportable,
porque junto al cadáver que estaba siendo devorado en esos momentos, yacían
postrados otros dos cuerpos que se conservaban enteros y que también estaban
pudriéndose.
Aún le dió tiempo a echar un rápido vistazo a la habitación. Encima de la
mesita, había varios tubos de pastillas vacíos, de manera que todo apuntaba a
un suicidio colectivo. Por seguir con las conjeturas imaginó que el niño
probablemente no habría muerto por la ingesta de pastillas y se habría ido de
la habitación con tiempo, antes de que los padres y la otra persona, murieran.
De ahí a que con toda seguridad fuese encontrado en el salón con vida por
ese asqueroso ser, lo que explicaría que hubiese sangre por todas partes y que
su carne no estuviera corrompida. Y siguió pensando: -seguramente lo del
niño ha debido de ocurrir momentos después de escuchar cómo echaba a abajo la
puerta, no hace de eso ni veinte minutos-, lo cual le hizo sentirse culpable
porque eso significaba que podía haber seres humanos vivos dentro del edificio
y no se había molestado en investigarlo. Lo que sí parecía tener claro era que
el contagio no se producía a través del aire ni por contacto con sangre o
mucosas, al menos no de manera inmediata, a no ser que la sangre y las mucosas
tocaran una herida abierta. De lo contrario ya se habría convertido. –Parece
ser que quien fallece de muerte natural o por una causa distinta a las
mordeduras no revive, acabo de comprobarlo. Esto no es como en las películas
que he visto- reflexionó.
De repente, se puso en guardia. Giró la vista bruscamente y se encontró cara
a cara con el infectado que se había colocado delante de él, a unos pocos
centímetros, con los brazos levantados y en actitud de ir a cogerle la cabeza con
las dos manos. Rápidamente se movió y dió dos pasos hacia atrás consiguiendo
despegarse, pero con tan mala fortuna que tropezó y cayó sobre su trasero
golpeándose la coronilla con el marco de la puerta. Aturdido y sin tiempo de
reaccionar, sintío cómo uno de sus brazos era agarrado y estirado con fuerza,
en una maniobra tan violenta que tuvo que retorcerse de dolor, mientras le
crujía el hueso. A pesar de ello, siguió defendiéndose a patadas. Una de ellas
le dio al infectado en pleno estómago consiguiendo zafarse de él, al mismo tiempo
que se levantaba y corría en dirección a la cocina. Buscó un cuchillo afilado
pero pasaban los segundos y no encontraba los cubiertos. La desesperación hizo
gritarle al monstruo, a quien volvía a tener prácticamente encima, lo cual no
hizo más que enfurecerlo más.
Transcurrieron otros cuatro o cinco segundos que le parecieron eternos,
mientras se esforzaba en realizar movimientos de amago, intentando esquivarle.
Al fin vió que a su espalda había una fregona, la cogió y la empuñó por la
punta propinándole varios golpes en el rostro que hicieron que se le saltara un
ojo de la órbita y se le desprendieran varios dientes de la boca. El infectado
se tambaleaba, pero a pesar de los continuos golpes no conseguía derribarle.
Tras propinarle un enérgico empujón, aquél cayó sentado sobre la silla que
tenía detrás.
Aprovechando la inmovilidad en la que se había quedado , comenzó a abrir
cajones y estanterías hasta encontrar, aliviado, unas tijeras grandes. Respiró
profundamente, varias veces, y más relajado se acercó hasta el ser mutante. Le
observó por unos instantes. Llevaba un ojo colgando. La otra cuenca estaba
vacía, con algunos filamentos nerviosos
pegados a ella, la nariz repugnantemente aplastada, la piel de la cara raída con
trozos cayéndosele y una profunda hendidura en una mejilla a través de la cual
se podía ver el hueso maxilar. Decidido a acabar con él, le clavó las tijeras
primero en el corazón, varias veces para asegurarse de rematarlo, luego en el
cuello, otras tantas, hasta cercenárselo, continuando por otras zonas del cuerpo,
con ensañamiento.
Estaba enormemente fatigado pero no podía detenerse, era plenamente
consciente del peligro que corría quedándose allí. Tenía que mover el culo, no
fuera que volviera a toparse con otro infectado y entonces… Pero antes, buscó
provisiones, encontrándose algunas latas y dos botellas de agua mineral.
Después de comprobar que la fecha de caducidad era la correcta, se marchó mucho
más rápido que había llegado.
5.- LA RESISTENCIA EXISTE
Una vez en casa, procedió a examinarse el cuerpo y la piel. Afortunadamente
no le había mordido ni arañado, aunque por lógica suponía que eso no tenía por
qué significar que estuviese sano y que por tanto, a partir de ahora debía
estar pendiente de si se producía algún cambio fisiológico observable.
Se encontraba exhausto por el tremendo esfuerzo realizado y por toda la
tensión que acababa de descargar y se tumbó en el sofá. Le costó dormirse, el
estrés tenía la culpa, pero al cabo de un rato se le cerraron los ojos, más por
cansancio que por sueño.
Cuando hubo despertado miró su reloj. Había amanecido. Más descansado y con
la mente recuperada, no tardó en darse cuenta de que los fantasmas que hasta
entonces le habían acompañado en esta trágica aventura, regresaban de nuevo. Se llamaban miedo, duda e
incertidumbre y volvían para hacerle la visita de rigor. Sentía la necesidad de
tener claro qué hacer, en cambio, en lugar de respuestas la realidad se le
presentaba inundada de preguntas: cuánto tiempo iba a durar aquello, si
volverían a atacarle y si el salir con vida se podía considerar una posibilidad,
eran las tres principales. Lo único que sabía a ciencia cierta era que no debía
arriesgarse a perder la única seguridad con la que contaba, que era seguir
encerrado en su escondrijo.
Aun cuando debía ser más que probable la presencia de infectados pululando
por el edificio, el instinto de supervivencia le dictaminaba que no debía
moverse fuera de un espacio acotado como su piso. Eso eliminaba en un elevado
porcentaje, la posibilidad de verse cercado por una aglomeración que pudiera
detectar fácilmente la presencia humana. Al menos, escondido se encontraba más
seguro. Sin embargo, el poder contemplar la calle, aunque fuera desde una
perspectiva lejana, era algo que no había experimentado desde hacía días y como nunca podía sustraerse a la
curiosidad, decidió que iba a visitar de nuevo el piso de al lado. – Creo que
es lo mejor que se puede hacer ahora- se dijo. En el suyo no se podía ver nada,
todas las vistas daban a un patio interior. En cambio en el de sus vecinos,
podía salir al balcón y descubrir qué había afuera exactamente, capturar con
sus propios ojos una panorámica más realista de lo que ahora mismo era capaz de
suponer. Eso sí, esta vez se llevaría consigo un cuchillo enorme por lo que
pudiera pasar.
Antes de volver al 1ºB, probó suerte con otra radio que funcionaba con
pilas. Se acordaba de que recientemente las había recambiado. –Por probar…nunca
se sabe- se dijo así mismo, como intentando justificar una solemne tontería. Pero
nada. Claro que no. Acababa de hacer algo absurdo.
Andaba despacio y sin hacer ruído, mirando hacia todos lados. Llevaba un
cuchillo agarrado a una mano, el más largo y afilado que había encontrado y en
la otra portaba un cirio. De esa manera fue avanzando hasta llegar al balcón,
pero una vez allí, en lugar de salir afuera dio media vuelta y se dirigió un
poco intranquilo hacia la cocina. Allí seguía estando el infectado. Respiró
tranquilo. No había movido un dedo, conservaba la misma postura, aunque estaba mucho
más podrido y asquerosamente más arruinado que unas horas antes. Luego en el
dormitorio volvió a comprobar su teoría del contagio, que más bien podía
considerarse una ley. Si era de valor universal o no, eso ya escapaba a su
conocimiento. Al menos los tres cadáveres de la habitación sí era seguro que estaban
confinados en las antiguas leyes físicas. Antes de continuar, rezó una oración
por esas desgraciadas cuatro almas.
Ya por fin, se dirigió al balcón. En ese preciso momento, lo que sentía era mucho
miedo y respeto, así que esperó unos instantes antes de asomarse, hasta que
finalmente lo hizo. Pero entonces…¡No! ¡No podía ser verdad! Sin previo aviso el
corazón le había dado un vuelco espantoso. Se agachó de repente, en un rápido e
involuntario acto reflejo, entre confundido y atenazado por aquello que sus
ojos acababan de presenciar. Se los frotó y después parpadeó varias veces seguidas
para aclararse la vista. Junto a la amorfa visión de las horripilantes formas
humanoides e incompletas que estaba viendo a lo lejos, se podía escuchar también
un murmullo de algarabía. ¡Díos mío! Eran muchos. Demasiados. Todos andaban con
paso titubeante, tambaleándose pero marchando ordenadamente y con disciplina, sin
tropezar unos con otros, en perfecta formación. Parecían un ejército de
maniquíes en plena instrucción.
Miraba y remiraba y volvía a remirar, pero por más que miraba ¡no se lo
podía creer!. Tenía la cabeza y el cuerpo oculto entre las rejas. No sabía qué
hacer. Por lo visto no se habían percatado de su presencia física. De lo que no
estaba seguro era de si conservaban intacto el sentido de la vista, o se guiaban
por el olfato, el ruído, o todo a la vez. La verdad es que no sabía casi nada
de ellos. Lo que sí sabía era que no debía moverse bruscamente, porque eso
podía llamar su atención. Aunque está visto que la calma no puede durar
eternamente. Por esa misma lógica y como
si el fatídico destino hubiese querido también empujarle con su dedo para
castigar su atrevida osadía, acabó por perder el equilibrio y caerse a un lado.
Se sujetó a la verja, que se había movido ligeramente, lo suficiente como para
que un macetero mal atado a la barandilla se acabara de soltar, estampándose
contra el suelo de la calle y haciéndose añicos. Al cabo de unos instantes,
todas las miradas acosadoras estaban clavadas en él.
La enmarañada concentración de infectados se había detenido en seco.
Permanecían todo el rato plantados en el mismo punto, como si su superior
militar les hubiera dado la orden de escudriñar a un enemigo que se movía, en
lo alto de un primer piso. Habían comenzado todos al unísono a subir las manos
y a moverlas, de un lado a otro, con gestos y aspavientos no muy amistosos.
Daban alaridos y ponían muecas repelentes, emitiendo unos gruñidos que se
parecían bastante a los de una manada de
jabalíes furientos.
-¿Qué ocurrírá ahora? ¿por qué no me fuí
cuando todavía estaba a tiempo, antes de que pasara nada?. ¡Cielo Santo!
¡Madre de Dios! ¡Esas bestias demoníacas no hacen más que mirarme con odio!-
Contemplando toda esa marabunta rabiosa y en un punto en que la desesperación
se había ido apoderando de él, sus finos oídos empezaron a captar remotamente el
sonido de las hélices de un helicóptero.
- ¡Un helicóptero! ¡Es un helicóptero de salvamento! –
Ahí tenía la respuesta a un ruego ferviente, el primer signo de ayuda en un ciclo
de tiempo tan imprevisible como desalentador. Poco a poco el helicóptero se fue
visibilizando hasta que pudo distinguirse con enorme claridad, no quedaba
ninguna duda de que su percepción no le había fallado.
Movido por la emoción y la euforia, se había olvidado por completo de los
infectados, así que ignorando el riesgo que eso suponía y animado por la
inquebrantable esperanza de poder ser visto, empezó él también a vociferar y
a mover agitativamente los brazos de derecha a izquierda, de izquierda a derecha,
dibujando un ángulo de 180º, enérgicamente. Sus esfuerzos no habían sido en
balde. El helicóptero le había visto y estaba descendiendo poco a poco, al tiempo que se dirigían a él por megafonía:
“Atención, permanezca en el interior del edificio y no salga de él bajo
ningún concepto. Vamos a rescatarle. Atención, vamos a rescatarle. Por favor,
limítese a seguir las instrucciones que le vamos a facilitar y no tendrá que
temer por su vida. Vamos a permanecer en la azotea de su edificio todo el
tiempo. Suba hasta la azotea. Mantendremos el helicóptero suspendido hasta que el
rescatador descienda a por usted. Como recomendación principal, deberá llevar
un arma blanca, preferiblemente un cuchillo o en su defecto, un objeto
punzante. Si durante el trayecto nota la presencia de infectados por detrás de
usted procure mantener la calma y póngase a correr, si es lo bastante rápido no
le alcanzarán puesto que se mueven con mucha lentitud. Si le cortan el paso, defiéndase.
No vaya hacia abajo, ni salga del edificio, las calles están infestadas. No
sobreviviría. Enfréntese a ellos si se los encuentra, no huya en dirección
contraria, le acorralarían. Cuando te enfrentas a uno de ellos el resto se
asusta y se aparta unos metros. Eso hace ganar tiempo. Cláveles el arma
apuntando directamente al corazón o a la yugular. Es lo más efectivo. Eso acaba
con ellos inmediatamente. Si no puede ser, hay que golpearles fuertemente todas
las veces que se pueda o acuchillarles, en las sienes. Si los golpes no les
matan en un primer momento, al menos les mantiene aturdidos unos minutos.
Nosotros estaremos arriba esperándole. Mucha suerte".
Repitieron el mensaje dos veces más. Al terminar asintió moviendo un brazo y
mostrándoles el pulgar de su mano hacia
arriba.
Mientras salía del piso de sus pobres vecinos, no paraba de pensar. La idea
que retenía en su cabeza como un mantra durante todo el camino, era ésta:
"Si Dios existe realmente, como así creo, entonces estoy en deuda con El”
THE WALKING DEAD TRAILER TEMPORADA 1

Bueno, tu relato es tremendo, escalofriante, pero no por eso totalmente inverosímil. Al paso que va la humanidad puede conjeturarse que ya estamos en algunos lugares del mundo, por ejemplo la franja de Gaza, ciertos países de África, viendo estas atrocidades apocalípticas.
ResponderEliminarA veces pienso que también en edades pasadas la humanidad en ciertos sitios, ciudades asoladas por la peste, las hambrunas, las guerras, la carencia absoluta de infraestructuras adecuadas en las grandes urbes en la baja edad media, experimentó también estas tragedias infernales y de ellas dejó memorias, baste leer "El diario del año de la peste" de Daniel Defoe o "La peste" de Albert Camus y aún los textos bíblicos que dan cuenta de estas debacles.
Bueno, en resumen, tu texto es de actualidad y anticipación pero también de memoria.Es útil leerlo y está bien escrito, te felicito.
Hola Amílcar:
EliminarEstoy de acuerdo contigo, la devastación y la hambruna, los conflictos bélicos, guerras, la enfermedad liquidante, como ahora el ébola...marca la actualidad de hoy. Y va camino de erigirse en la panorámica de un futuro inquietante, si no similar al del relato, parecido en muchos de sus rasgos. Yo también creo que el ser humano es destructivo con el medio ambiente y ambicioso y posesivo, que no hay que subestimar la carrera militar y nuclear y el afán por acaparar el planeta a través del control tecnológico-científico casi nunca con fines altruistas. Aunque tengo esperanza...Gracias por tu apoyo y tus palabras y por pasarte por este mi humilde espacio. Estás en tu casa
Un abrazo
Muy buena historia de zombis, y realista, me ha gustado mucho :)
ResponderEliminarMuchas gracias, Rain.
EliminarTu opinión para mí es muy importante, me clarifica bastante ;-)
Ya sabes que estás en tu casa y que cuentas con este mi humilde espacio siempre que quieras. Yo por mi parte entraré a tu blog para ver las novedades y leer temas de tu archivo, me ha parecido muy interesante tu relato de zombis y muy bien narrado.
Un abrazo
Un relato narrado con un tono desenfadado, un tanto irónico y divertido, aunque no por eso menos terrorífico, de hecho, Stephen King utiliza este mismo tono en muchas de sus historias, y yo también introduzco un poco de ello.
ResponderEliminarLa historia gira en torno a un virus que si he entendido bien, es debido a unos chips que crean los gobiernos para controlar a las personas. En cualquier caso estas se convierten en zombies y nos ponemos desde el punto de vista de un curioso personaje, al que atormentarán, y al cual harán salir de su monotonía y vivir una aterradora aventura sin salir del edificio en el que vive, de hecho, la acción ocurre en la casa de sus vecinos. Mediante grandes descripciones y pensamientos del personaje cada vez más razonables que superan a la insaciable curiosidad del personaje, este va comprendiendo la situación y consigue asustarse. La escena en la que entra en la casa de los vecinos, a oscuras, y descubre la horrible escenas, al tiempo que escucha extraños ruidos en la habitación contigua, es escalofriante, y muy bien narrada. Pero la escena que más destaco, es la de la pele con el zombie, narrada a un ritmo espectacular y muy visual, que remueve el estómago.
Por supuesto, también mencionar ese paralelismo que quisiste llevar a cabo y que lograste, en el que los zombies, son los gobernantes, y el virus sus deficientes políticas.
Abrazo, Marisa.
Hola Ricardo,
EliminarPerdón por la tardanza en responderte, he tenido una semana de trabajo intensa y no me he podido conectar...
Y qué he de decir que tú no hayas mencionado, es impresionante cómo haces una detallada síntesis del relato describiéndolo con rigurosidad de avispado lector. Me enorgullece esa faceta tuya a la vez que me encanta, para mí tiene un gran valor. Muchas gracias por ser tan observador y por tu fidelidad ;-)
¿Te puedes creer que estuve dos noches cuando acababa de escribir que me costó pegar ojo? jajaja, deformación profesional pero a las malas...
Es un placer tenerte en este espacio que también es tu casa.
Un abrazo